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El VIH y el SIDA hace 30 años

Sitioweb: http://americanhistory.si.edu/hivaids

“… una extraña enfermedad de origen desconocido…”
—Jacques Leibovitch, médico inmunólogo, 1984

 

Este año se cumplen treinta años desde la aparición de la epidemia de VIH y SIDA, así como de las intensas reacciones que provocó en la salud pública, la ciencia y la política. La primera vez que se reconoció su existencia como tal fue en junio de 1981, cuando el Centro para el Control de Enfermedades de los EE.UU. (CDC, por sus siglas en inglés) informó sobre la muerte de varios jóvenes, antes saludables, por causas habitualmente asociadas a personas de edad o pacientes con deficiencias inmunológicas. Todos eran hombres homosexuales que vivían en Los Ángeles y Nueva York. En pocas semanas se multiplicaron los casos.

El VIH (virus de inmunodeficiencia humana) es el virus que produce el SIDA al atacar el sistema inmunológico humano, dando paso a enfermedades como la neumonía y al desarrollo de varios tipos de cáncer.  

El término SIDA (síndrome de inmunodeficiencia adquirida) se refiere a la combinación de la infección por VIH, con la disminución en el recuento de células específicas al sistema inmune (las que contienen proteínas CD4 en su superficie) y enfermedades vinculadas al VIH.

               

Una crisis en la salud pública

Los trabajadores de la salud se esforzaron por divulgar la información sobre el SIDA a fin de prevenir la propagación de la enfermedad. Adaptaron el mensaje para que llegara al mayor número de audiencias posible, apuntando a diversos niveles de cultura, educación, ingresos, conducta y confianza en las instituciones públicas. Los educadores se enfrentaron con una ignorancia generalizada sobre los modos de transmisión del SIDA, además con el rechazo a entender. También debieron luchar contra el temor del público a hablar sobre temas sexuales y el estigma asociado a las poblaciones de mayor riesgo.

Los homosexuales, al principio ignorados por la mayoría de los estadounidenses, crearon un sistema paralelo de servicios en las ciudades más importantes del país, operados por voluntarios que brindaban atención, información y derivaciones a los enfermos de SIDA. Las mujeres con SIDA eran en su mayoría pobres y afroamericanas o latinas, y estaban excluidas de los ensayos clínicos. Hasta 1993 no se incluyeron en la definición oficial de SIDA enfermedades específicas femeninas.  

 

Un misterio científico

Médicos y pacientes en Nueva York y San Francisco suministraron información y muestras biológicas. Epidemiólogos se ocuparon de rastrear la transmisión del SIDA. Otros científicos se enfocaron en detalles moleculares. Se hallaban en juego carreras, reputaciones y el potencial de enormes ganancias. Una vez entendida la naturaleza viral y el comportamiento de las moléculas del SIDA, los trabajadores de la salud desarrollaron exámenes de diagnóstico, drogas terapéuticas y nuevos procedimientos de seguridad.

En 1983–84, los doctores Luc Montagnier del Instituto Pasteur de París y Robert Gallo del Instituto Nacional de la Salud en Bethesda, Maryland, descubrieron el VIH. Frente a la disputa sobre la prioridad de sus trabajos, resolvieron compartir el reconocimiento como codescubridores y copatentadores del kit de pruebas y dividir por partes iguales los derechos de autor.

 

Un detonante político

Los epidemiólogos identificaron a los primeros grupos de riesgo como hombres que mantenían relaciones sexuales entre sí, inmigrantes haitianos y usuarios de drogas inyectables –grupos considerados marginales. Los homosexuales y sus aliados, políticamente más activos a partir del movimiento de liberación de los 70, se organizaron para prestar apoyo a los enfermos y diseminar información. También demandaron una mayor inversión en recursos de investigación por parte del gobierno.

La mayoría de los políticos y algunos líderes religiosos se resistían a una política nacional coordinada. Restringieron la inmigración de personas infectadas, prohibieron el uso de fondos federales para materiales de educación sexual explícita y exigieron a algunos estados la consideración de cuarentenas forzosas.

Los activistas dirigieron su cólera principalmente contra la administración de Reagan; el presidente mantuvo silencio acerca de la epidemia hasta 1987, cuando declaró al SIDA como "enemigo número uno de la salud pública". El emblema SILENCIO=MUERTE, adoptado ese mismo año por la Coalición para Desatar el Poder (ACT UP), invitó a un cambio de táctica, ya que ni el silencio ni la autosuficiencia de las comunidades habían podido detener las muertes.  El triángulo rosa se convirtió en símbolo del movimiento por los derechos de los homosexuales.  En la década de 1980, en la mayoría de los estados aún se prohibían las relaciones sexuales entre personas del mismo género.  Muchos estadounidenses, profundamente ofendidos por la homosexualidad, objetaban su aceptación. Algunos lo consideraban un pecado y creían que el SIDA era un castigo apropiado. 

 

El VIH y el SIDA en la actualidad

Desde los primeros informes originados treinta años atrás, la enfermedad se ha vuelto crónica y manejable en la medida en que los tratamientos con multidrogas han reducido la mortalidad. La crisis del SIDA alentó nuevos descubrimientos sobre los retrovirus y el sistema inmune del ser humano, así como el desarrollo de técnicas de laboratorio y una mayor rapidez en la aprobación de drogas.

Además, el VIH y el SIDA modificaron las prácticas sexuales y el rol del sexo en la identidad. Las personas agrupadas bajo la denominación LGBT (lesbianas, gay, bisexuales y transexuales) gozan de mayor aceptación en la sociedad. La conciencia sobre las infecciones de transmisión sexual convirtió a la expresión "sexo seguro" en algo familiar y en una conducta esperada. El SIDA encauzó la atención hacia la interacción existente entre pobreza, raza y adicción, con la enfermedad. El arte y los medios surgidos en torno a la pérdida y la tragedia influenciaron profundamente las prácticas culturales y estéticas.

Con el tiempo, quedaron en evidencia las implicancias internacionales de la epidemia. Según el Programa Conjunto de las Naciones Unidas para el VIH/SIDA, 33 millones de personas en todo el mundo viven con el virus, de los cuales 22,5 millones habitan en el África subsahariana. Pese a todo lo aprendido en estas tres décadas, mueren 5.000 personas diariamente de complicaciones relacionadas con el VIH y el SIDA.